JESUS DE PABLO
Escrito por: Jesús De Pablo Becerra

Dentro del esquema de Gerencia Pública que hoy se discute en nuestro país, éste plantea interesantes dilemas con respecto a la Reforma de Modernización del Estado, un tema que ha permeado gran parte del debate político en la última década.

                  Esta reforma resulta ser exitosa, en la medida en que logre aumentar la eficiencia y eficacia con que el Estado cumple sus funciones y reduzca las posibilidades de corrupción. Por ello es que se plantea como modo de ejecutar éstas reformas a la burocracia central, es introducir el esquema de “Gerentes Públicos”. En este sentido, los partidos políticos pueden basar su éxito electoral en su capacidad para ofrecer empleos estatales o ventajas para sus militantes y/o simpatizantes, modo de vinculación política conocido como “clientelismo político”.

                  En Chile el clientelismo se ha manifestado históricamente en la creación de empleos estatales, y en la oferta de beneficios sociales al ciudadano en un contexto de creciente movilización política y social. Así también, los partidos pueden basar su éxito electoral en desarrollar “políticos estrella”, con aceptable imagen en los medios de comunicación y adaptando sus propuestas a lo indicado en las encuestas de opinión pública. Este modo de acción permite ganar el apoyo de grandes masas de votantes, prestando servicios tales como diseño de nuevas soluciones a los problemas sociales. Un partido político podría transformarse en una “coalición de políticos estrellas”, distinto al “partido de máquina”, donde las estrellas comparten gastos. Esta nueva forma de vinculación política conduce a la personalización de la política y se encuentra vigente en muchas democracias contemporáneas.

                 En el caso chileno, puede decirse que conviven ambos modos de vinculación política y que cada una de estas formas de competencia, tiene consecuencias distintas para una reforma del Estado. El clientelismo exige acceso a empleos para la coalición gobernante y la capacidad para distribuir fondos estatales. Por ello, el partido clientelista podría oponerse a reformar el Estado. Un punto vulnerable del clientelismo es la desafección del ciudadano común y el descontrol interno que permite la división del partido en máquinas competitivas entre sí, que quitan efectividad electoral al partido.

                 Por otra parte, el “político estrella” ante la necesidad de fondos para financiar su publicidad electoral, está expuesto a la tentación de efectuar tráfico de influencia y ser atrapado en un escándalo de corrupción. Pero puede defenderse optando por métodos indirectos de obtención de fondos, tales como dejarse influenciar por las empresas reguladas que paguen honorarios más generosos a sus asesores, o que aporten más fondos a su campaña electoral. La competencia entre ambas formas de hacer política toma mucha formas, entre las que debe mencionarse la promoción de la reforma del Estado por parte de los “políticos estrella”. En efecto, de tener éxito tal reforma, privaría de recursos a la maquinaria clientelista y aumentaría la eficiencia administrativa de la burocracia, dejando el campo libre a los políticos estrella para implementar sus propuestas. El rol de “gerente público” podría convertirse en una nueva generación de “políticos estrella”.

                  Si de Populismo se trata, Chile enfrenta su propio fantasma de populismo, las preocupaciones por otro remezón populista surgen en medio de las protestas callejeras, que expresan la ira de los manifestantes en contra de instituciones que aún siguen fallándoles. En esa misma línea, podemos apreciar que las mismas fuerzas que llevaron al Brexit en el Reino Unido y al gobierno de D. Trump en EEUU al poder, ya se encuentran instaladas en nuestro país.

                 Este hecho constituye un giro importante para Chile, pues es reconocido por la seriedad y visión de largo plazo que nuestro país usa en el manejo de sus políticas, por lo que ha sido considerado como el mejor administrado en América Latina. En esa proyección, recordemos que nuestro país dio las primeras señales de la ira de la clase media global en 2011, época en que los estudiantes salieron a las calles con el propósito de protestar masivamente, como medio de demostración de un  amplio descontento existente, motivado éste por los elevados niveles de desigualdad.

                  Ante éste escenario, cuando el actual gobierno llegó al poder, ésta coalición de izquierda prometió realizar reformas profundas, metafóricamente ofreció hacer uso de maquinaria pesada de movimiento de tierras,  para ello pasar una “retroexcavadora” al famoso modelo de libre mercado chileno y dictar reformas de ley estructurales para producir estos profundos cambios, a saber Reforma Educacional, Reforma Tributaria, Reforma Laboral, Reforma Constitucional… No obstante, el descontento por la injusticia social sigue siendo transversal. La economía se ha desacelerado dramáticamente, con el crecimiento llegando a duras penas a niveles cercanos al 2% anual, mientras ha habido pocos cambios al nivel de desigualdad, cuando el efecto de las reformas aún no se aprecia,

                  En el escenario actual nos encontramos enfrentados a dos hechos tensionantes, las protestas callejeras, la más reciente contraria a un sistema privado de pensiones pionero que ha sido imitado en todo el mundo, pero hoy paga menos que el sueldo mínimo al pensionado en promedio, y por otro lado tenemos los índices de abstención electoral historicamente bajos en las elecciones municipales próximas pasadas, que dejaron ver a la vista el nivel de desilusión en los votantes, apenas un tercio de los cuales asistió a las urnas.

                 A quienes respaldan al gobierno, no le resta otra opción que admitir los errores cometidos durante los últimos tres años. La coalición oficialista se mareó por la mayoría sin precedentes obtenida en las parlamentarias. Eso llevó a que el gobierno se apresurara al impulsar reformas complejas, como un aumento de impuestos corporativos para pagar la educación gratuita, sin discutirlas lo suficiente. Adicionalmente, el consecuente colapso en la confianza de las empresas se sumó al golpe que recibió la economía chilena por la caída en los precios del cobre, justo cuando necesitaba más la confianza. Eso llevó una caída en la inversión privada, configurando un cuadro muy complicado de recuperar.

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