¡Ya basta de tanta kakistocracia en Chile!

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Delincuencia, salud colapsada, corrupción y políticos bajo la lupa: el país exige dignidad

Chile atraviesa una crisis profunda, no solo en sus instituciones, sino también en el alma de su democracia. Estamos cansados. Cansados de ver cómo la delincuencia campea en las calles mientras las autoridades repiten frases vacías. Cansados de un sistema de salud donde enfermarse es casi una condena. Cansados de ver cómo la corrupción se infiltra como un cáncer en las estructuras del Estado. Y sobre todo, cansados de ser gobernados por una kakistocracia: el gobierno de los peores, los menos capacitados, los más oportunistas.

¿Hasta cuándo?

Cada día aparecen nuevos escándalos. Parlamentarios imputados, alcaldes cuestionados, operadores políticos que entran y salen de cargos públicos como si el Estado fuera una bolsa de empleo para amigos. Y mientras tanto, la ciudadanía ve cómo se esfuman los recursos que deberían ir a salud, educación o seguridad.

La delincuencia no es solo un tema de percepción: es una realidad que golpea a los barrios populares con fuerza. Portonazos, asesinatos, narcotráfico y crimen organizado han tomado territorios donde antes jugaban niños. La respuesta del Estado ha sido insuficiente, tibia y, muchas veces, más preocupada de la imagen política que de la vida de los ciudadanos.

El sistema de salud pública sigue siendo un drama cotidiano. Listas de espera eternas, hospitales desbordados, falta de especialistas y personal agotado. El derecho a la salud es letra muerta para miles de chilenos que deben mendigar atención o endeudarse en clínicas privadas.

Y por si fuera poco, la corrupción se ha normalizado. Se disfraza de “errores administrativos”, “falta de probidad” o “desprolijidades”, pero no son otra cosa que robos a mano desarmada de los recursos que pertenecen a todos. El caso de fundaciones truchas, convenios irregulares y favores entre amigos ha dejado en evidencia que no hay color político que salve de la podredumbre.

Pero lo más grave es la impunidad. ¿Qué pasa cuando los políticos cuestionados siguen en sus cargos, legislando, votando, decidiendo el futuro del país? Se erosiona la confianza, se destruye la institucionalidad, se instala el cinismo.

Chile no necesita más comisiones investigadoras que no llegan a nada. No necesita más discursos huecos. Necesita limpieza, decencia y valentía. Necesita líderes que estén a la altura del pueblo que dicen representar, no cómplices de un sistema decadente.

Ya basta de kakistocracia.
Ya basta de convertir la política en un negocio.
Ya basta de jugar con la paciencia de un país que merece dignidad.

Es hora de que el pueblo vuelva a tomar el protagonismo. Y si los que están no sirven, que se vayan. Porque Chile no puede seguir en manos de los peores.

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