Recientemente hemos conocido de múltiples hechos violentos en distintos establecimientos educacionales del país, cuestión nada nueva ni tampoco aislada, lamentablemente. Por esto, resulta importante atender este tema con medidas efectivas, pero no populistas ni de corto plazo. La violencia escolar es sólo el reflejo de una violencia social que hemos acumulado por décadas, las que no están asociadas únicamente a delitos, sino a una estructura social discriminatoria y de impunidad.

Prof. Dr. Eliseo Lara Órdenes Director Pedagogía en Educación Media Universidad Andrés Bello - Concepción
Prof. Dr. Eliseo Lara Órdenes
Director Pedagogía en Educación Media
Universidad Andrés Bello – Concepción

Un hecho que siempre comento en clases es la forma en la que manejamos los automóviles, pues para mí es un reflejo de cómo, en cierta medida una persona, enfrenta la vida. Sin señalizar, tirando el auto encima si este es más grande o lujoso, adelantando indiscriminadamente y/o simplemente virando en doble fila en calles principales. Lo que nos muestra un síntoma de la forma en la que nos relacionamos.

El problema es que esa manera de establecer relaciones entre las personas en la sociedad refleja un cierto grado de convención en el que se destaca y se reconoce al más fuerte, y esto va desde el que grita más o aquel que tiene el arma más peligrosa, hasta el que tiene más seguidores en Instagram o Twitter. Es decir, una lógica de simple figuración y reconocimiento de los pares o seguidores. Algo que también ocupan políticos y personajes públicos que tienen repletas las redes sociales de videos y publicaciones.

Entonces, qué se espera que ocurra en los establecimientos educativos. Si nuestra propia cultura está dando espacios de enfrentamientos constantes en programas de televisión y noticiarios.

Se ha instalado la idea de que la confrontación es algo que merece ser cubierto, y tenemos horas de eso en pantalla, dando la falsa imagen de que eso “merece ser mostrado” y vemos muy poco en televisión y redes sociales sobre el respeto, la tolerancia y la construcción social en conjunto.

De ahí que, más que preguntar, qué se hará en el caso particular de un colegio que está sufriendo la violencia, hay que preguntarnos qué estamos haciendo para no reproducir la violencia, donde los estudios muestran que el origen social actual se sitúa en dos espacios: la desigualdad y la discriminación. Ambos factores están fuertemente presentes en la sociedad chilena y más triste aún, en la fragmentación del sistema escolar.

Disminuir la violencia no pasará por aumentar la acción punitiva en los colegios, sino en mostrar que es posible otras formas de convivencia social, que podemos interactuar entre todos sin discriminación y sin distinción de clase, género o nacionalidad. Y eso, involucra un cambio también en las familias y en el fin de los colegios “pobres” para estudiantes “vulnerables”. En Chile acabar con la violencia implicará un cambio que tardará años y no pasará, cómo creen algunos, con castigos ejemplares, sino por buscar modos de una sana convivencia escolar donde volvamos a valorar a las personas, tal como reclaman los ODS.

 

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