Ya sea de manera presencial o telemática, los niños y jóvenes comenzaron con las clases. Nuevos protocolos, el alejamiento de los padres y los efectos de la pandemia pueden provocar un alto nivel de ansiedad o estrés en los más pequeños.

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 Enfrentar el año escolar 2021 se convierte en un gran desafío para los padres, apoderados, niños y profesores. Aunque el regreso a clases es voluntario y gradual, es posible que se presenten ciertas emociones que afecten la salud mental de los niños. Angustia, preocupación, tristeza, frustración o desesperanza pueden aparecer en este intento por retornar a cierta cotidianidad. Así lo señala la psicóloga del Hospital de Graneros, Marcela Roa.

“Volver a clases puede ayudar a reducir la sensación de aislamiento. Hay mucha incertidumbre sobre cómo se verá el comienzo de las clases presenciales. Indudablemente puede generar incertidumbre o una afectación en la salud mental. Existen nuevos protocolos que hay que seguir para poder socializar con los compañeros y también puede aparecer cierta angustia al separarse de los padres. Frente a este nuevo desafío surge la interrogante de las conductas o síntomas que pueden presentarse. Lo importante es que los padres presten atención a la emocionalidad de los niños. Ante la aparición de ciertas emociones como la tristeza, desesperanza, angustia, excesiva preocupación, los padres deben pedir ayuda, para poder retomar el estado emocional del niño. No debemos subestimar los efectos de la pandemia en los menores y los adultos debemos acompañarlos en este proceso”, enfatizó.

Sobre las recomendaciones para los padres, la profesional del Hospital de Graneros insiste que “los niños deben fortalecer la confianza necesaria para el regreso a clases y para ello la familia, el colegio y los profesores son fundamentales. Con respecto a las recomendaciones siempre es necesario mantener las rutinas, alimentarse y dormir bien, organizar los tiempos de estudio y descanso, para favorecer el manejo de la ansiedad. Los invito a estar disponibles para sus hijos, validar sus preocupaciones, respetando sus miedos, mantener las rutinas en el hogar y facilitar oportunidades apropiadas para que los niños tomen decisiones. Si se observan cambios en comportamiento, cambios de sueño o apetito, que impida las actividades diarias, es importante pedir ayuda en el colegio o en el recinto de salud más cercano”, culminó Marcela Roa.

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