Chile tiene el imperativo de innovar en educación con el fin de abordar las profundas inequidades del sistema y generar condiciones para que todos los niños y jóvenes puedan desarrollar una trayectoria de vida plena. Los tiempos que vienen requieren de personas con espíritu crítico, capacidad de colaborar y comunicarse, creativas, perseverantes y responsables por los problemas del mundo. Resulta urgente contar con estrategias que permitan acelerar procesos de mejoramiento educativo de manera eficiente.
Los modelos de innovación de procesos plantean que es importante definir adecuadamente el problema; desarrollar una solución práctica; probar un piloto o prototipo; evaluar los resultados; y finalmente, formalizar el modelo y compartirlo, de manera que pueda ser implementado a mayor escala y de manera sustentable.
Sin embargo, la innovación en educación presenta características particulares que hacen que este ciclo sea complejo de implementar. Por una parte, las innovaciones están asociadas a un cambio cultural que incluye la visión, las creencias y la motivación de los docentes, avanzar en conocimientos específicos y cambiar prácticas a nivel individual y colectivo. Asimismo, las innovaciones que se implementan en un establecimiento educativo deben darse en un marco de coherencia con otras iniciativas, con la política local y con la política nacional, en el sentido de responder a un marco de trabajo compartido por todos los actores. Por otra parte, el sistema escolar debe tener la capacidad para acompañar las innovaciones y generar las condiciones para que los docentes puedan tener instancias de colaboración y aprendizaje entre pares de manera sustentable y en un ambiente de confianza.
Por consiguiente, un primer desafío, es contar con estrategias de mejoramiento educativo que estén basadas en evidencia y que se puedan ajustar de manera flexible, al contexto de cada comunidad educativa. En este espacio, el trabajo colaborativo con la sociedad civil puede aportar conexiones ágiles con experiencias internacionales, la capacidad de probar y validar modelos cambio, y la posibilidad de sumar equipos multidisciplinarios de acuerdo a los requerimientos de los programas, entre otros.
Un segundo desafío es potenciar las alianzas con el mundo académico y con los esquemas de financiamiento público para la investigación, con el fin de potenciar metodologías de evaluación comprensivas, que estén consideradas desde el diseño de prototipos y cuyos resultados puedan orientar el mejoramiento continuo de los programas.
Un tercer desafío, y tal vez el más importante, es que el sistema de educación pública pueda innovar también en sus capacidades para adoptar estrategias que tengan el potencial de transformar el trabajo en los establecimientos educativos y que sean valoradas por la comunidad escolar. La instalación de los nuevos Servicios Locales de Educación presenta una oportunidad histórica para que la institucionalidad pública contemple instancias de gestión y acompañamiento de innovaciones a nivel local, de manera sustentable.
Desde Fundación Educacional Oportunidad, aportamos con modelos orientados a mejorar los aprendizajes en los primeros años. Actualmente, el programa Un Buen Comienzo conforma una red de mejoramiento de 60 escuelas en la Región de O´Higgins donde educadoras y técnicos en párvulos, junto a sus equipos directivos trabajan de manera colaborativa en torno al propósito común de mejorar los aprendizajes en PreKinder y Kinder. Con esta experiencia, nos unimos a muchas otras organizaciones de la sociedad civil que trabajan de manera decidida en apoyar el desarrollo profesional docente con foco en mejorar los aprendizajes y cuya experiencia está al servicio de la nueva educación pública chilena.