El lenguaje político dista mucho de ser virtuoso. Prevalecen –sobre todo en las redes sociales- insultos de grueso calibre y una variopinta fauna de ratas, gusanos, perros, insectos, que reflejan más que nada la frustración de quienes los profieren, sin mayores efectos prácticos en el acontecer político local. Salvo cuando de los dichos se pasa a los hechos y la situación se torna amenazante para la convivencia social.

En Chile –con su traumática historia reciente- no se ha vuelto a ese extremo, pero el riesgo está siempre latente.

Hay por otra parte dichos despreciables,  expresados en fechas no tan lejanas por dirigentes políticos de todos los sectores. Uno, tan ferozmente machista y bélico que avergüenza repetirlo es “no llores como mujer lo que no supiste defender como hombre”.  Pero es pertinente mencionarlo para detectar el grado de desprecio al que se puede llegar. Por lo menos satisface constatar que en Chile hoy nadie se atrevería a repetirlo públicamente.

Otro dicho que se utiliza en situaciones de crisis es abiertamente ridículo: “las ratas son las primeras en abandonar el barco”. Absurdo para los efectos que se pretende lograr, ridiculizar al enemigo, porque la frase solo permite dos conclusiones: 1. Las ratas son más perspicaces que los humanos.  2. El barco efectivamente se está hundiendo.

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