Jesús De Pablo Becerra
Jesús De Pablo Becerra

Se necesitan dos años para aprender a hablar, y sesenta para aprender a callar”,  decía Ernest Hemingway

“Si lo que vas a decir no es más bello que el silencio… entonces calla”

Proverbio Ärabe.

“Por qué no te callas”

 Dijo Juan Carlos de Borbón, Rey Emérito de España

El silencio resulta ser la ausencia de toda manifestación de sonido, lo cual resulta un tanto dificil de comprender, pues aún sin sonido alguno en forma manifiesta tendemos a escuchar la voz de nuestro yo interior. Y, sin embargo, que no haya sonido alguno no siempre quiere decir que no haya comunicación.

Qué duda cabe, no resulta muy fácil hacer posible la conciliación entre los términos “silencio” y “sonido” en una misma oración. Pero debemos hacer un esfuerzo, y más allá de cualquier licencia poética, debemos llevar nuestro pensamiento reflexivo a la profundidad de la frase resultante: “el sonido del silencio”. Toda la delicadeza semántica que resulta de pensar que lo que conocemos como silencio pueda producir un sonido, por lo que la contradicción resulta más que evidente. Pero detengámonos un instante, para plantearnos las siguientes interrogantes: ¿Para qué el silencio? o también ¿en qué circunstancia el silencio tiene un valor?, por lo que el silencio ubicado en un contexto nos conduce a otras dimensiones de éste como lo son la estética y la ética. De manera tal que reflexionemos el valor de éste, dignificando su existencia, de la necesidad que tenemos de él, en nuestra cotidianeidad, asi podremos darnos cuenta de la real necesidad que tenemos de él en nuestra existencia.

Quizás rehuyamos habitualmente de él a causa de que nos invita a la reflexión introspectiva, a encontrarnos con nuestro yo, a revisarnos de dónde venimos, en que estamos hoy, y cuál es nuestro futuro. Lo cual es de suma importancia, ya que le hace y da sentido a nuestra existencia, conociéndonos a cabalidad.

Si consideramos al silencio desde un punto de vista estético, en solitario no pareciera tener belleza alguna, pero si entra en un contexto escénico, lo que lo rodea le asigna un valor de belleza en lo que nos invita a contemplar la naturaleza, en su composición armónica dentro de la cual nos sitúa. Por otro lado hay belleza en el silencio creador, como lo es el que inunda al escritor, al científico, al escultor, al pintor, al médico que opera, en fin a todo aquel individuo que realiza una labor intelectual, o manual, en un monumental silencio, y en que cada uno de ellos siente como resuena en su interior. Nuestro vate chileno Gonzalo Rojas decía que escribía metódicamente al amanecer, en que el silencio seguía siendo para él su única voz. Asi también podemos rescatar la belleza del sonido que produce el silencio en lugares sobrecogedores como el Valle de la Luna en el norte, paisajes imponentes del Salar de Atacama, y los parajes donde están emplazados los telescopios en el norte.

En definitiva podemos decir con meridiana claridad que el silencio en cuánto herramienta, medio o instancia, resulta ser bello por lo que logra, por esa comunicación que establece, y por ese sonido que encauza al hombre en ciertas situaciones. Por ello se desprende la idea que el silencio es una virtud, pues debemos cultivarla a través de la práctica, como una sagrada herramienta creadora de bienestar, satisfacción, pues está destinada a ser usada proactivamente. Nos ayuda en el orden tanto interno como externo, asumiendo una postura de armonía con el contexto asumiendo una auto-contemplación reflexiva.

Mi atención dedicada a la comunicación no verbal, es darle al silencio todo el protagonismo que para mi merece por su alto poder comunicativo.

Al principio no fue la palabra, sino el silencio, y del silencio emergió la palabra con sentido. El silencio, los silencios, no son un elemento accidental en la comunicación, sino un elemento decisivo para conseguir una comprensión auténtica. Pero, sin embargo, nadie (o casi nadie) quiere callar, pues callar se percibe como un fracaso. Es como si en Occidente el silencio no fuera soportable. Quien no habla es un/a perdedor/a, un/a cobarde, un/a sometido/a, poco sociable… Cuando se instala el silencio, aunque sea por unos breves segundos, la gente no sabe qué hacer, se siente incómoda e invadida por la angustia, tiene miedo. Sin embargo, el silencio, es lo que otorga sentido a la palabra.

De hecho, creo que las cosas más importantes de la vida se transmiten a través del silencio. Y es en el silencio donde se escucha verdaderamente. Nos asusta el silencio, quizá porque no nos han enseñado a vivirlo, a interpretarlo y a aplicarlo bien y esto hace que perdamos información del mundo, de las personas, de las relaciones…

El silencio es un agente comunicador porque comunica estados, pasiones, angustias y alegrías; todas las vivencias intensamente enraizadas en el corazón. Pero además, el silencio es el punto de partida y el punto de llegada de toda comunicación verdaderamente humana.

Os dejo un ejemplo del valor del silencio, del silencio significativo en esta breve historia:

El filósofo chino Kungtsé, que vivió hace unos 2500 años, tuvo que esperar 12 años hasta que tuvo la oportunidad de conocer a un sabio maestro con el que sólo había mantenido comunicación mediante cartas. Después de un viaje que duró varios días, ambos por fin se encontraron. Se saludaron en silencio con una respetuosa reverencia y se sentaron frente a frente sin mediar palabra. Media hora más tarde, Kungtsé se levantó sin que hubiesen pronunciado ninguna palabra y se despidieron con una nueva silenciosa reverencia. Durante el viaje de regreso, los discípulos de Kungtsé que habían presenciado el encuentro le dijeron: “pero Maestro, tantos años esperando este encuentro, y al final ¿no habéis sabido hacer nada mejor que estar sentados frente a frente sin decir nada?” a lo que Kungtsé contestó: “Ha sido la media hora más sublime de mi vida, cualquier palabra hubiese estado de más”

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Estimados lectores, a todas estas líneas precedentes démosle el beneficio del valor y la belleza, por ello los llamo a practicar bien a menudo esta virtud del Silencio, para extraer toda su belleza en beneficio personal, a practicar la concentración, a realizar una lectura de nuestra situación actual, al auto-exámen, con el propósito de emular al dios Jano, quién mirando el próximo pasado, mira y proyecta luego su futuro, conociendo con claridad así donde realmente se encuentra; usemos el silencio para aprender a escuchar con respeto a los demás, manteniendo siempre una postura tolerante, muy en especial a nuestras autoridades en general, ya que se encuentran en una situación de privilegio en cuanto a ser referentes sociales, una gran responsabilidad social.

Es quizás el problema más cotidiano que tiene nuestra sociedad actual, no se respetan los derechos de los demás de forma alguna, lo cual lo podemos conseguir cumpliendo a cabalidad con todos nuestros deberes. En la actualidad basta leer un diario, o ver la televisión para darnos cuenta que nuestra sociedad es una obra de desencuentros, de descalificaciones, un ejemplar clásico del teatro del absurdo. Qué bien le haría practicar esta virtud a toda nuestra clase política, que en una actitud narcisista permanente, hablan, hablan, y hablan, sin escuchar a los demás ni concretar nada que la sociedad realmente necesite, y de seguro que jamás se han escuchado a sí mismo, no han escuchado el silencio reflexivo que les haría ver la situación con mayor claridad, pues es una señal de respeto por los demás, todo en pos de una buena comunicación, de un sano entendimiento.

 

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